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El Novelista Corredor

Sus libros e historias han sido bestsellers en Japón y en el extranjero. Sus trabajos han sido traducidos a 50 idiomas y vendido millones de copias fuera de su país natal.

Éste es Haruki Murakami, también conocido como “El Novelista Corredor”.

El solía manejar un club de jazz, 3 años antes de ganar un concurso de escritura. Entonces, decidió vender su club de jazz y empezar una nueva vida como autor profesional.

“Una vez que decidí convertirme en un escritor profesional, otro problema se presentó: la interrogante de cómo mantenerme en buena forma física. Manejar el club requería una constante labor física, pero una vez que estaba sentado en el escritorio escribiendo todo el día, comencé a ganar libras. También estaba fumando demasiado- sesenta cigarrillos por día. Mis dedos estaban amarillos y mi cuerpo apestaba a humo. Esto no podía ser bueno para mi, decidí. Si quería tener una larga vida como novelista, tenía que encontrar una manera de mantenerme en forma.”

Decidió empezar a correr. No mucho tiempo después de ello, también dejó de fumar. No fue algo sencillo de hacer: “Mi deseo de correr fue de gran ayuda para superar los síntomas de la abstinencia. Dejar de fumar también se convirtió en un gesto simbólico de despedida a la vida que solía llevar.”

En un artículo que escribió para el New Yorker, Haruki habló sobre cómo correr puede enseñarte sobre la vida:

“No importa cuantas carreras de larga distancia haya hecho, por supuesto hay días en que me siento aletargado y no quiero hacerlo. En días como esos, trato de llegar con todo tipo de excusas plausibles para no correr. Una vez, entrevisté al corredor olímpico Toshihiko Seko, justo después de que se retirara de las carreras. Le pregunté, “¿Un corredor de su nivel, algún día se siente sin ganas de correr?” Él se me quedó mirando y con una voz que dejó muy claro que pensaba que mi pregunta era estúpida, contestó: “Por supuesto. ¡Todo el tiempo!”

Ahora que miro hacia atrás, me doy cuenta de cuan tonta era mi pregunta. Supongo que inclusive en ese entonces, ya sabía lo tonta que era, pero quería escuchar la respuesta directamente de alguien con el calibre de Seko. Yo quería saber si, a pesar de estar en mundos diferentes en términos de fuerza y motivación, nos sentíamos de la misma forma cuando atábamos nuestros zapatos deportivos por las mañanas. La respuesta de Seko se convirtió en un gran alivio. En un análisis final, todos somos iguales, pienso.

Ahora, siempre que me siento sin ganas de correr, me pregunto lo mismo: Tu eres capaz de vivir siendo un novelista, trabajando en casa, organizando tu propio tiempo. Tú no tienes que viajar en un tren lleno o permanecer sentado durante una aburrida junta. ¿No te das cuenta de lo afortunado que eres? Comparado con eso, correr por una hora alrededor de tu vecindario no es nada, ¿cierto? Entonces até mis zapatos deportivos y salí a correr sin dudar. (Digo esto sabiendo perfectamente que hay personas que prefieren abordar trenes llenos de gente y asistir a reuniones, por encima de correr, todos los días.)

De cualquier forma, así es como empecé a correr. Treinta y tres, esa era mi edad entonces. Todavía lo suficientemente joven, aunque ya no era un hombre joven. La edad en la que Jesucristo murió. La edad en la que F. Scott Fitzgerald empezó a ir cuesta abajo. Es una época que puede ser un tipo de encrucijada en la vida. Fue la edad cuando empecé mi vida como corredor y fue mi atrasado, pero real, punto de partida como novelista.”